A Pablo no le cuesta nada levantarse por la mañana, de hecho antes que suene el despertador ya tiene prisa por ponerse ante el ordenador y empezar a escribir sus reflexiones en el blog.

Revisa las redes sociales para seguir las últimas novedades y aprovecha para leer las noticias de la prensa digital mientras se desplaza hasta la oficina.

Hace días que se siente bastante más distraído, tal vez porque se acercan las vacaciones y se le juntan varias campañas de marqueting que tiene que dejar programadas todavía.

Le pasan las horas y tiene la sensación que no avanza, continuos imprevistos de última hora y peticiones a las que no sabe decir que no.

Y es que aprovecha cualquier momento que le queda para llenarlo rápidamente con cualquier otro compromiso, siempre está dispuesto a ayudar a los demás pero se olvida que darse un tiempo para estar consigo mismo.

En su apretado día no se da un solo espacio para estar aunque sólo sea 1 minuto, en silencio. Sin nada que hacer, sin nada que resolver, tan sólo para preguntarse cómo está.

Y de este modo, es complicado ver con claridad, tener perspectiva, terminar el día satisfecho de cómo ha sido.

Y yo me pregunto,

  • ¿Cuántas veces al día te das tiempo para escucharte?
  • ¿Para darte cuenta de lo que pasa?
  • ¿Para saber cómo te sientes?


Vas con el piloto automático, desconectado de ti mismo.


Tu cuerpo te habla, pero no eres consciente de ello, porque como Pablo, te olvidas de lo más importante, parar.


Fíjate ¿cuándo fue la última vez que paraste para poner atención al sonido tu respiración? ¿Y a notar cómo se hinchan y deshinchan tus pulmones cuando respiras?


Te propongo un reto.

Piensa en el día de ayer, ¿qué emociones viviste desde que te levantaste por la mañana hasta que te acostaste? ¿qué dicen de ti?


Las emociones son sólo indicadores de que algo pasa. Tu cuerpo reacciona ante un estímulo interno o externo.

Con ello me refiero a que las emociones no son buenas ni malas, son sólo la forma en que tu cuerpo te avisa de que algo está pasando. Es lo que haces con tus emociones que hace que se conviertan en buenas o malas.

Y lo más importante es que puedes utilizarlas como palancas de cambio para crecer.

Permíteme retarte un poco más.

Obsérvate ¿en qué emoción estás ahora? ¿cómo son tus pensamientos? ¿qué impacto tiene en ti? ¿qué impacto crees que tienes en los demás?

Sigue observando, ¿cómo está tu cuerpo ahora?

Y si te miras desde la distancia, ¿qué dice de ti tu presencia?
Animo a que a lo largo del día, hagas pequeñas paradas, sólo para chequearte, para tomar consciencia de ti mismo, de tus pensamientos, tus emociones, tus diálogos internos, tu presencia.

Este es el primer paso para darte cuenta.

Tu actitud ante la vida, cómo actúas y reaccionas ante las situaciones a lo largo del día, van definiendo tu propio camino.
Las elecciones que haces, cómo interpretas lo que sucede a tu alrededor.


Lo que a mí me ha ayudado a saber cómo gestionar mis emociones es indagar cada vez aparecen, ¿qué me quiere decir esta emoción ¿qué intención positiva tiene?

Y es que cuando te das espacio para darte cuenta, aprendes a relacionarte mejor contigo, conectas con tus fortalezas y te permites aflorar lo mejor de ti en cada momento.

Esta es la esencia del mindfulness y si tú quieres, puedes ponerlo en práctica desde este momento.

Ahora es tu turno. Cuéntame, ¿hay algo que te está bloqueando en este momento?

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Consultora de RRHH y formadora. Experta en Bienestar corporativo y desarrollo del Liderazgo consciente. Economista, Coach, PNL, instructora de Mindfulness y meditación

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