Las emociones forman parte de nuestra vida. Nos acompañan a casa, a reuniones, a la bandeja de entrada, a los lunes por la mañana… y aunque a veces intentemos esconderlas, también se sientan cada día a trabajar con nosotros. Ignorarlas no las hace desaparecer; comprenderlas y saber gestionarlas, en cambio, nos permite vivir y trabajar con más equilibrio, presencia y eficacia.

La gestión emocional en el entorno laboral no es solo una cuestión de desarrollo personal, es una herramienta clave para el bienestar y la eficiencia individual y colectiva. No se trata de dejar las emociones fuera de la oficina, sino de aprender a reconocerlas, canalizarlas y convertirlas en aliadas.

Las emociones no son el problema: son una parte de la solución

Muchas veces se ha entendido el mundo profesional como un entorno donde la lógica y la razón deben imperar, y las emociones, quedarse fuera. Sin embargo, cada vez más estudios, experiencias y culturas organizacionales demuestran que las emociones influyen profundamente en:

  • La toma de decisiones.
  • La creatividad y la resolución de problemas.
  • La comunicación entre personas.
  • El ambiente de trabajo.
  • La motivación y el compromiso.

Las emociones no son obstáculos. Son información. Nos avisan de necesidades no cubiertas, de situaciones que requieren atención, de valores que están en juego. Escucharlas es una forma de inteligencia.

¿Qué ocurre cuando no gestionamos nuestras emociones?

Cuando no reconocemos ni gestionamos nuestras emociones, estas suelen expresarse de otras formas: tensiones físicas, reacciones desproporcionadas, baja energía, dificultad para concentrarse, o mal clima laboral. Algunos ejemplos frecuentes:

  • Tensión constante: Cuando no se permite expresar la incomodidad o el estrés, se acumulan tensiones que afectan al cuerpo y la mente.
  • Desconexión emocional: Cuando se intenta apagar todo lo que se siente, también se apaga la motivación, el entusiasmo y la empatía.
  • Comunicación agresiva o evasiva: La frustración no gestionada puede convertirse en explosión o en silencio, afectando las relaciones y el trabajo en equipo.

La gestión emocional no es solo para cuando algo va mal. Es una práctica diaria que nos prepara para responder mejor a lo que va ocurriendo, momento a momento.

Claves prácticas para gestionar las emociones en el trabajo

Aquí te comparto algunas estrategias sencillas pero potentes que puedes incorporar a tu rutina:

1. Reconoce lo que sientes

Detente un momento y pregúntate: ¿Qué estoy sintiendo ahora? ¿Dónde lo noto en el cuerpo? A veces, solo poner nombre a la emoción reduce su intensidad y te ayuda a tomar distancia: “esto es enfado”, “esto es ansiedad”, “esto es ilusión”.

2. Respira antes de responder

Las emociones intensas pueden impulsarnos a actuar sin pensar. Hacer una pausa (respirar profundamente, salir a caminar unos minutos, tomar agua) permite recuperar claridad y elegir una respuesta más consciente.

3. Revisa el diálogo interno

¿Cómo te hablas a ti misma/o cuando algo no sale bien? ¿Te exiges en exceso? ¿Te permites cometer errores? Practicar una voz interna más amable es una forma de autorregulación emocional.

4. Aprende a expresarte con honestidad y respeto

Decir “estoy sintiéndome desbordada con estas tareas” o “me frustra no haber podido avanzar como esperaba” no es una debilidad, es una forma de comunicación clara que evita malentendidos y mejora la colaboración.

5. Crea espacios para hablar de lo emocional

Una reunión de equipo puede incluir un momento para compartir cómo se encuentra cada persona. A veces, simplemente saber que alguien está pasando un mal día permite comprender mejor ciertas actitudes y ofrecer apoyo.

Liderazgo y emociones: el impacto de una gestión consciente

Quien lidera, influye. Y esa influencia no se basa solo en decisiones estratégicas, sino en el estado emocional que transmite y en cómo gestiona lo que siente.

Un liderazgo emocionalmente inteligente no pretende tener todo bajo control, sino crear entornos donde las personas puedan ser auténticas, sentirse escuchadas y seguras para expresar lo que necesitan. Algunas prácticas para líderes:

  • Mostrar vulnerabilidad (con criterio): “Yo también me he sentido así” puede ser una frase poderosa para conectar.
  • Observar el clima emocional del equipo y actuar si detectas señales de agotamiento, desmotivación o tensión.
  • Dar espacio a la emoción sin juzgar, validando lo que cada persona siente sin necesidad de “arreglarlo” todo.
  • Modelar la regulación emocional, demostrando cómo parar, cómo comunicarse desde la calma y cómo tomar decisiones desde la claridad.

No se trata de sentir menos, sino de sentir mejor

Gestionar las emociones no es eliminarlas, es escucharlas con curiosidad, regularlas con amabilidad y expresarlas con responsabilidad. Así es como podemos transformar conflictos en conversaciones, bloqueos en aprendizajes y estrés en oportunidades para cuidarnos mejor.

Porque al final, las emociones que se sientan a trabajar contigo también pueden ayudarte a trabajar mejor, a vivir con más sentido y a relacionarte con más autenticidad.

¿Te gustaría aprender más sobre este tema en tu equipo o despacho?

Diseño formaciones y espacios vivenciales para integrar la gestión emocional en el día a día laboral. Si quieres que lo exploremos juntos, estaré encantada de acompañarte.

The following two tabs change content below.
Consultora de RRHH y formadora. Experta en Bienestar corporativo y desarrollo del Liderazgo consciente. Economista, Coach, PNL, instructora de Mindfulness y meditación

0

Tu carrito