Bienvenido a este nuevo episodio. Hoy vamos a hablar de comunicación. Porque aunque todos hablamos, enviamos mensajes y participamos en reuniones, comunicar no siempre significa conectar. Y la diferencia entre un equipo que funciona y uno que se desgasta está, muchas veces, en la forma en la que nos hablamos.
Piensa en la última vez que una conversación te dejó con mal sabor de boca. Tal vez fue un comentario inesperado, un tono que no esperabas o una respuesta cortante. La comunicación no son solo las palabras: es la intención que ponemos, el estado en el que estamos y la capacidad de escuchar.
Voy a contarte algo que me ocurrió en una formación. Estábamos trabajando la escucha activa y uno de los participantes se dio cuenta de que, aunque “escuchaba”, en realidad pasaba la mayor parte del tiempo pensando en lo que iba a responder. Ese cambio de conciencia fue enorme: se dio cuenta de que la verdadera comunicación empieza cuando dejamos de hablar dentro de nuestra cabeza.
Te propongo tres claves para practicar la comunicación consciente:
- Pausa antes de responder. Un par de segundos pueden cambiar el tono y el impacto de tus palabras.
- Escucha con todo el cuerpo. No es solo oír: es mirar, asentir, mostrar con tu postura que estás presente.
- Conecta con la intención. Pregúntate: ¿Qué quiero generar con mis palabras? ¿Aportar calma, claridad, apoyo?
Y aquí un mini-ejercicio: durante un día, observa tu comunicación en situaciones cotidianas. Hazlo sin juzgar, solo observando. Pregúntate: ¿hablé con prisa? ¿respondí desde la defensiva? ¿o pude dar un paso atrás y conectar de otra manera? Esa observación es el primer paso para transformar tu forma de comunicar.
La comunicación consciente no significa hablar perfecto, significa hablar presente. Y cuando lo haces, creas un espacio donde los demás también pueden sentirse escuchados y respetados. Te invito a que esta semana elijas una conversación importante y la vivas con toda tu atención. Te sorprenderá el impacto.
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